lunes, 25 de abril de 2011

LA CRUZ, MISTERIO Y MÍSTICA (Palabras del párroco)

¡ “O CRUX, AVE SPES UNICA”!.¡ “SALVE, OH CRUZ, NUESTRA ÚNICA ESPERANZA”!.

Invitación que la liturgia de la Exaltación de la santa Cruz nos hace continuamente a “mirar a la cruz”, “el lugar privilegiado” en el que se nos revela y manifiesta el amor de Dios. Muchos son los que miraron la cruz con fe inquebrantable. En la cruz se encuentra la miseria del hombre y la misericordia de Dios. Adorar esta misericordia ilimitada es para el ser humano el único modo de abrirse al misterio que la cruz revela.
Por eso la cruz esta plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz.

¡ “O CRUX, AVE SPES UNICA”!.¡ “SALVE, OH CRUZ, NUESTRA ÚNICA ESPERANZA”!.


Invitación que se nos hace a vivir la cruz de nuestro Señor Jesucristo, lo cual implica una mística de vida y esta mística se apoya sobre el misterio: el misterio de una vida que crece allí donde aparece la muerte, el misterio de un amor que surge allí donde se manifiesta el odio. La Cruz da una respuesta a todo eso.
-Por una parte, es el misterio de la libertad humano que se rebela; la cruz produce la voluntad de repulsa, de vergüenza y de autoafirmación capaces de llegar hasta la eliminación del otro. Es aquello de lo que es capaz el hombre cuando niega a Dios.
-Por otra parte, es el símbolo del misterio de la libertad humana en todo su poder. Cuando se la soporta desde un compromiso dispuesto a superarla y hacerla cada vez inviable en el mundo, la Cruz es el símbolo de otro género de vida descentralizada de sí misma; es la vida del profeta, del mártir, del hombre del reino de Dios. Este no provoca la cruz, sino que la soporta y también la combate, y al combatirla cae víctima de ella, siendo crucificado por el odio de los que han endurecido su corazón ante el hermano y ante Dios; mas, al ser crucificado, puede transfigurarla realizando un sacrificio de amor por los demás. La Cruz es, por tanto, símbolo del hombre nuevo y viviente. Es el símbolo del amor.
Cada cruz lleva en sí una denuncia y una apelación. Denuncia la cerrazón del hombre sobre sí mismo, cerrazón capaz de llegar a crucificar a Dios. Apela a un amor capaz de soportarlo todo hasta el punto de que el Padre entrega a su propio Hijo a la muerte en favor de sus enemigos.
Por eso la Cruz tiene dos lados, dos caras, el anverso y el reverso. En su reverso tenemos la cruz desnuda y solitaria, expuesta al odio humano. En su anverso, la cruz habitada y doliente, apunta hacia al amor humano y divino. ¿Acaso no es este el simbolismo que en sí encierra la Santa Cruz de Arriba, de la que pende el amor de Dios Padre en su Hijo Jesucristo, que se hace pequeño como un niño, mendigando el amor del hombre que lo rechaza una y otra vez?

Antonio Cepeda Lepe
Párroco de Rociana del Cdo.

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